
Una varita mágica de Harry Potter. Encantadora.
Un cerdo enano. Encantador también, pero olía mal.
Unos implantes mamarios. La nota de prensa no dice si venían con o sin dueña.
Un cubo de cangrejos vivos. Enseguida se pusieron colorados.
Una bolsa de caracoles. Tardaron dos horas en sacarlos de la habitación.
Una oveja hinchable. ¿Contra el insomnio?
Un disfraz de Star Trek. «Nunca me he fiado de los Klingons y nunca lo haré.» Firmado: Capitán James T. Kirk
Una colección de discos de El Fary. Se la dejó Torrente. Fijo.
Un iPhone con diamantes incrustados. Solo hay algo peor que perder el móvil: perder un móvil con diamantes incrustados.
Las llaves de un Bugatti. Por ir con prisas.
Una colección de sellos valorada en 297.000 euros.
Una caja con 200 máscaras de la reina Isabel II.
Entradas para los pasados Juegos Olímpicos de Londres. A buenas horas, mangas verdes.
Un gato persa valorado en 700 euros. Casi tanto como lo que costó limpiar la habitación de pelos.
Una maleta con vinilos.
Un anillo de compromiso de Tiffany. ¿De plástico, como el de Audrey Hepburn?
El manual de entrenamiento de un piloto. No se había estudiado el vuelo.
Un robot de cocina. Lo abandonaron por no saber hacer ni unos huevos fritos.
7.000 ejemplares de la trilogía Cincuenta Sombras de Grey. Para leer en la cama, ¿no?
76.500 osos de peluche. Tan amorosos ellos.
Y tú, ¿qué es lo más raro que te has dejado o has encontrado en la habitación de un hotel?